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Acompañar es más que estar allí

Publicado en mayo 26th 2014 en Sientelavida con 0 Comentarios

«Tomarle la mano a otra persona es más importante que todas las palabras que podamos decir»  (Stephen Levine)

Nuestra sociedad es especialmente temerosa en el momento de reconocer la muerte, incluso cuando quien abandona la vida es un tercero. Todos hemos tenido ocasión de escuchar cómo algunas personas relatan su gran sufrimiento cuando murió tal o cuál persona querida. Sí, sufrieron mucho con la pérdida pero… ellos siguen aquí.

¿En algún momento te has puesto en situación? Es decir, ¿alguna vez has imaginado, realmente, cómo se aborda la muerte? Me refiero a si eres consciente, verdaderamente consciente, de que un día (espero que muy, muy lejano, pero inevitable para mí y para ti) tendrás que aceptar que tu vida se acaba. Sé la respuesta de la gran mayoría de las personas: “¡No! ¡No me hables de eso, por favor, qué ideas!”. Pero no es una idea, es algo que sucederá. Es bueno y sano ser consciente de la propia temporalidad, porque nos ayuda a ayudar. Verás cómo.

Si eres capaz de hacer ese ejercicio de enfrentarte al hecho de tu propia desaparición e ir más allá, pregúntate qué crees que desearías en ese momento. No te pido que te pongas trascendente pero sí te invito a que vayas un poco más lejos de desear satisfacer instintos físicos, como una buena cena en el mejor restaurante del mundo, o unas vacaciones en el hotel más caro, o una noche con… te invito a dar un paso más.

Bien, aceptamos que vamos a morir. No sólo lo sabemos, lo aceptamos. Ahora, cuando ya queda poco para pasar a otro plano, ¿qué necesitas?…

Quizá sea más sencillo preguntarte ¿qué necesitaba esa persona que se fue y a la que acompañaste? ¿Le preguntaste qué necesitaba? ¿Sencillamente, lo sabías y se lo diste? Todos desearíamos que alguien nos hiciera la gran pregunta “¿Qué necesitas ahora? ¿Quieres hablar o sólo quieres que te coja la mano? No, no me iré de aquí. Estoy aquí”.

La muerte es una transición que realizamos solos y, precisamente por esto, es fundamental que todos tengamos la fortuna de sentirnos acompañados y queridos en ese momento. Este es el papel que corresponde a quienes se quedan aquí. Es el gran momento para poner en acción la compasión, la empatía, ponerse en el lugar del otro, dejar de sufrir por que otra persona está muriendo. Quien debe protagonizar su propia muerte es quien se va. Hay que tener entereza, que nace del conocimiento (no de la resignación); hay que activar la generosidad; al fin y al cabo, quienes se quedan sí verán de nuevo el sol; hay que “estar por quien se va”, es así de sencillo y así de complicado.

Como todo en esta vida, acompañar a un moribundo es algo que se puede aprender y sólo son necesarias unas indicaciones previas, que dan la tranquilidad suficiente para hacer por alguien aquello que desearás para ti, cuando llegue el momento. Se trata de sentir amor por los demás.

Es tremendamente importante que el enfermo sienta que sigue siendo un ser humano, que se le escuche sin juzgarlo y sin decirle lo que debe o no debe hacer, que se respete lo que decida, sea lo que sea. El acompañante, es decir, cualquier persona generosa que cuente con esas pautas previas, es capaz de hacerlo desde el momento en que se atreva a sentir amor por los demás. No es un amor intelectual, ni un deseo, ni un rasgo que uno se atribuye cuando mantiene una conversación. Son actos, son hechos realizados en un momento crítico para otra persona. ¿Te sientes capaz?

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