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¿Qué tememos de la muerte?

Publicado en julio 29th 2014 en Sientelavida con 0 Comentarios

Parece mentira que siendo tanto lo que tememos de la muerte, nunca hablemos de ella. Incluso nunca reflexionamos sobre ella. Así nos pasa que, cuando alguien querido muere o, sencillamente, quien se marcha es alguien conocido y querido por otros a quienes apreciamos, nos quedamos paralizados, sin saber qué decir. Puede ser que nos invada un deseo intenso de desaparecer también, aunque no muriendo, sino escondiéndonos. Tememos muchas cosas de la muerte pero si no las abordamos, con paciencia y cariño, y sin ponernos más nerviosos de lo normal, no las resolveremos nunca. Hay quienes se ponen tan violentos que sufren ataques de risa incontrolable en los funerales. Siempre hay un momento para mirar de frente lo que nos asusta y es muy positivo estar abierto a darse cuenta de que ese momento ha llegado y somos capaces de aprovecharlo para crecer.

Tememos la muerte de otros, la nuestra, cómo comportarnos ante los familiares, tememos también comparecer ante otros que están afligidos, no sabemos qué decir, qué hacer, si ir o no ir al funeral…

Todo es más sencillo cuando se conoce. Obviamente, no conoceremos a la muerte hasta que venga a buscarnos, pero sí podemos conocernos a nosotros mismos ante ella, ante su presencia constante en nuestra vida. Este es el ejercicio que hay que hacer. Afrontarla, no como un valiente que se atreve a entrar en batalla. Hay que afrontarla como lo que es, parte de la vida, como caminar, estar y no estar, realizar acciones cotidianas. Está ahí de la misma forma que ahí está la fecha de las vacaciones. Llegará y no nos daremos cuenta. Pero habremos disfrutado de nuestra vida y de nuestras vacaciones.

Conocer la muerte nos lleva a conocer en qué creemos, hasta donde somos capaces de llegar en nuestro comportamiento, cuánto somos capaces de querer a quienes sufren la pérdida, cuánto somos capaces de querernos y comprender la pérdida cuando la sufrimos directamente.

Vamos a aprender la muerte de la misma forma que aprendemos la vida, momento a momento. Sin miedo a la desaparición y supuesta pérdida de “todo”. La muerte nos lleva, sin que nosotros lo queramos, a una de las metas más ansiadas por los espíritus elevados: el desapego.

El desapego es un trabajo del día a día, de cada minuto y no es necesario pensar en la muerte de manera constante. ¿Hasta qué punto dependes de tus “cosas”? Tus libros, tus amigos, tus fiestas, tus animales, tu familia, tu amor… ¿Hasta qué punto eres capaz de no depender de todo ello? Hasta ese punto eres capaz del desapego, que al final es la muerte.

El primer paso para comprender la muerte es comprender la ausencia de aquello que creíamos que nos era imprescindible. Pero nada lo es, incluso nosotros no somos imprescindibles. Todo es un fluir de aprendizaje, compresión y maduración, a través de fases que conviene atravesar sabiendo que las estamos viviendo.

Elizabeth Kübler-Ross, psiquiatra y escritora de origen suizo, y una de las mayores expertas mundiales en la muerte, personas moribundas y cuidados paliativos, establecía cinco fases por las que atraviesa el ser humano en su enfrentarse a la muerte: negación y aislamiento;  ira; pacto; depresión y, por último, aceptación. En su obra “Sobre la Muerte y los Moribundos” las describe con detalle. Sólo es necesario un mínimo esfuerzo de abstracción y un análisis superficial para darse cuenta de que los seres humanos atravesamos cada una de esas fases siempre que perdemos algo: una pareja, un libro, un animal que era nuestro amigo, un amigo que creíamos de verdad pero que nos falla… por tanto, la vida puede convertirse en un acercarse consciente a la muerte, a la supuesta pérdida de todo, para construir una madurez espiritual, llena de calma y aceptación (nunca resignación victimista, sino aceptación basada en la comprensión) que hará de nuestra vida un momento excepcional y que valga la pena vivir.

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